EL HUERTO

EL HUERTO

Foto tomada de Facebook

Las almas regresan a consolar, con diversas formas de expresión. Hay que saber escuchar.

EL HUERTO Y LAS MARIPOSAS.

La tarde era fría, las actividades cotidianas alejan momentaneamente a los seres queridos. Cada uno en su rutina, va y viene. Una llamada teléfonica interrumpio el pensamiento, que en este momento ya no me acuerdo a dónde me había llevado. La sorpresa era dolorosa, nadie puede creer que una jóven mamá se haya ido y dejado en el camino terrenal a dos pequeños de casi tres años y el otro de a penas un año con meses.

La tristeza es infinitamente grande, difícil de aceptar. Luego el enojo, con todo y con Dios. La pregunta obligada ¿Por qué? No hay respuesta.  Desde lejos busco una respuesta, ¿Cómo aminorar el dolor de mi amiga?, ¿Cómo expresar solidaridad? Doblo mis rodillas y me pongo a orar. ¿Qué hacer a partir, de lo ya inevitable? ¿Cómo continuar? Dias después, el aire fresco en el rostro me trae noticias. Había algunas cosas por hacer. Llamé a mi amiga y la invité a tomar un café. Esta es la historia.

-Pasa amiga, te estaba esperando.

-¿Para que me haces venir, si sabes que no estoy bien?

-Precisamente amiga, quiero distraerte de tus pensamientos, de tu dolor.

-¡No lo necesito!, déjame, por favor.

-Pasa, vamos  atrás, te quiero mostrar algo.

Ambas amigas caminaron en silencio, cada una con sus pensamientos, diferentes, pero centradas en un recién acontecimiento, muy doloroso para las dos.

En la parte de atrás había un huerto precioso. Infinidad de árboles, de diferentes frutos. Cada línea era de un solo tipo de fruta, parecían iguales, pero eran realmente distintos.

La dueña de la casa, siguió caminando y condujo a su amiga un poco forzada hasta un árbol especial. Ya había colocado frente a él, una pequeña banca de madera, una mesita, unos trozos de queso y un poco de agua.

-Quiero que contemples este árbol. –aseveró, con delicadeza-, es un tanto especial. He preparada algunas cosas para que te sientas a gusto.

Éste, es tu árbol,  da frutos con unas semillas especiales, cada semilla es una pequeña gema.  Quiero que lo veas, porque sólo esto te voy a decir. Míralo con detenimiento ¿Dime que ves?

-Veo un tronco fuerte, es  un árbol viejo, sus raíces son profundas.

Así es amiga, ¿Qué mas puedes ver?

-Tiene muchos brazos frondosos, cada uno con un diversos frutos en él.

De acuerdo amiga. Sigue observando.

-¡Mira, mira ese brazo, se está doblando, tiene sólo cuatro frutos!

No amiga, levántate y mira bien. Acércate, si quieres  súbete a la banquita para que lo veas.

La amiga, poco a poco dejaba de pensar en su dolor, el distraerse observando, la alejaba de sus pensamientos inmediatos.

-Tres  frutos tienen un compañero pegado a ellos de aquel lado, a simple vista no los podía ver.  Y en la parte de abajo hay algunos retoños más pequeños. Creo que en cada fruto surge un nuevo brazo pequeño que hace al árbol más frondoso.

Así es amiga.  Todos los brazos de ese árbol, tienen características similares, no todos son iguales, por cierto. Hay frutos más grandes que otros, hay quienes tienen compañero de vida y hay quienes están solos. Pero todos pertenecen al mismo árbol. Guarda silencio, ahora y observa.

En ese momento volteó a verla, con sorpresa y angustia. Una fruta cayó al suelo, hasta entonces se percató que había ya varios frutos en el piso.

-¡Se cayó! Gritó, una fruta se cayó y dejó a sus retoños solos. Sus lagrimas brotaron de los ojos y sintió que le faltaba el aíre.

Tranquila amiga. Vamos a ver que pasa.

Hasta ese momento, en el huerto se escuchaba el canto de algunos pajarillos que revoloteaban en torno a los árboles. De pronto hubo un silencio total. De aquella última fruta que había caído, se abrió en dos partes. La pequeña gema trasmutaba en colores, se veía verde, rosa, azul y por último se tomó el color morado. Cómo si fuera un capullo, surgió de ahí una pequeña mariposa blanca. Salió inquieta, volaba de un lado para otro, chocaba con el árbol, con sus hojas, y se detuvo un momento en el fruto que había sido su compañero. Detuvo su vuelo, se quedó inmóvil, como sí estuviera dándole un beso prolongado. El silencio era cada ves más aterrador.  La mariposa empezó a volar nuevamente, su vuelo ya no era tan inquieto, sabía a dónde quería ir, voló y giro varias veces en torno a la rama que sostenía esos cuatro frutos y luego se posó en el centro de ella. Se inmovilizó totalmente.

-Amiga, escucha con atención lo que está diciendo la mariposa.

-Las mariposas no hablan, me voy, no entiendo nada de lo que está pasando.

-Tranquila, siéntate, por favor. No, mejor acércate al árbol, para ver que pasa.

-¡Voy a espantar a la mariposa! –replicó, con cierto grado de angustia-

Entonces, la mariposa voló hasta ella, le daba vueltas de manera inquieta y luego se posó en su hombro. Ella volteo lentamente, para no espantarla.

-Soy yo mamá, soy tu hija, Atenas.

Mi amiga se sentó lentamente, se me quedó mirando incrédula y me dijo, -me está hablando-, asentí con la mirada y le indiqué que escuchara.

Mami, dijo la mariposa. Estoy bien, no llores más por favor. El día que cerré los ojos, pensé que me había quedado dormida. Cuándo desperté estaba tocando una puerta grande, muy grande. Cómo estaba yo tan pequeña, pensé que nadie abriría. Pero no fue así. Salió una persona tan grande como la puerta, me dijo que no esperaba a nadie ese día. ¿Qué haces tú aquí? –me dijo-, Este día se lo dedico totalmente a mi hijo, cada año. No recibo a nadie.  Bajé la mirada, no supe que decir, estoy soñando –pensé-, Me tomó en sus brazos y me dijo, ven, ven aquí te voy a recibir, porque llegas el mismo día en que mi hijo subió al cielo. ¿Sabes? Estos días contemplo a la humanidad y aunque han progresado en muchas cosas,  en esencia sus problemas son exactamente los mismos. No trascienden a sus debilidades, a las tentaciones –aseguró- y lastiman con mucha facilidad su alma.

Me miré y voltee a mirarlo, entendía lo que me decía,  pero no entendía que estaba haciendo yo ahí.  Entonces me dijo: has dejado el mundo terrenal, pequeña, ahora estas en el mundo espiritual.  A este mundo no todos llegan tan rápido hay un proceso previo. Debe ser por este día en que mi hijo Jesús llegó a mi, que tu está llegando así, tan rápido.

Ven. veamos que está pasando allá abajo. Entonces te vi, vi a todos, vi cuánto sufrían por mi ausencia, pero yo ya no sentía dolor. Lo miré a él y le pregunté ¿Qué puedo hacer yo?, aunque no siento, no me gusta verlos así.

Me dijo, mira pequeña hay personas que tienen una oportunidad de regresar, pero su familia no pueden verlos y no entienden los mensajes ¿Te gustaría regresar? ¿Para qué?  Corres el riesgo que no te entiendan  y no sirva de nada el que vayas.

-Quiero decirles que estoy bien. Que aunque no este yo con ellos físicamente en lugar de sufrir, por que ya no me ven. Deben estar bien para los que sí están ahí Se deben cuidar entre sí y deben cuidar a mis retoños. ¿Puedo hacerlo? ¿Me dejas darles el beso que no pude darles?

¡Claro que si! Lo vas hacer pero es importante que al saber que estas conmigo, deben confiar en mi y sentirse tranquilos. Y que no desperdicien su vida sufriendo, sino que con sus acciones por el bien, no sólo de ese árbol, sino de todo el huerto fortalecerán su fe y llegarán bendiciones para toda tu familia y de su sociedad. ¿Entiendes lo que te digo?  Antes de responder que sí, ya no estaba con él.

Y ahora  estoy aquí mamá. No sé como aparecí, pero en cuanto te vi, supe que era mi oportunidad, por favor no la desperdicies. Ahora sabes lo importante que es trasmitirles confianza fe y fortaleza a mi papá, a mis hermanos, a mis tías y a mis hijos. Con  tus actitudes sin reclamos, sin  sufrimientos es como ayudarás a  a toda la familia. Deben todos cuidar de este árbol y ayudarse a conservar el huerto, entre sí.

Ahora me voy. No sé que pase después, no sé si pueda regresar. Lo que si sé es que debes valorar esta oportunidad que Dios me está dando para decirte cuánto los quiero y pedirte que cada que veas una pequeña mariposa blanca, es que vengo a saludarte o a  visitar a cada uno de ustedes. Quizás  a recordarles lo importante que es su fortaleza y la confianza en Dios para el beneficio del Huerto, De nuestro árbol, tu rama, la rama de mis hermanos y la mía que ahora queda en manos  Chepe dónde están  mis retoños,

La mariposa voló, inquieta, iba de una rama a otra, se posaba en un fruto, en el tronco,  recorrió todo el árbol, como si fuera dándoles un beso a todos y cada uno del ramaje del árbol. Se quedó largo rato en su propia rama.

Luego regresó a posarse a aquel fruto del que se había caído, hasta desaparecer.

Los pájaros empezaron a cantar, una luz radiante del sol al poniente iluminó el huerto, el dolor se había ido.

-Así es amiga, lo importante no es lo que pasó. Porque sabes ahora que tu hija está con Dios y está bien.

Ahora es tiempo de seguir. De  fortalecer tu fe y trasmitirla  a todos aquellos que te quieren tanto.

Fin.

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